VIDAS. Rafael Cabrejas. Un republicano en el exilio (I)

febrero 17, 2020

foto incidentes en Mallén


Después de varias jornadas de camino, el 9 de febrero de 1939 Rafael Cabrejas logró pasar la frontera francesa dejando toda una vida atrás y desconociendo qué sería de él y de los miles de españoles, civiles y militares, que se habían visto obligados al exilio ante el temor a sufrir represalias en el caso de quedarse en España. Después de tres años de lucha, la democracia habían sido vencida por las fuerzas militares de Franco. Desde un principio los sublevados llevaron a cabo una intensa actividad con el fin de aplastar y eliminar físicamente al enemigo, reprimir a los disidentes para asegurar la retaguardia e instaurar un régimen basado en terror. Lejos quedaban aquellos días de fiesta y júbilo que Rafael Cabrejas compartió con los vecinos de Mallén cuando se proclamó la II República.

La República

Rafael recuerda que tenía 13 años cuando se instauró el régimen republicano y que en Mallén hubo una gran manifestación donde sus vecinos pudieron expresar su alegría ante la llegada de la democracia. Durante esos años, se fundó la UGT en la localidad, sindicato en el que “había una afiliación enorme, igual estábamos 400 o 500”. Incluso él, a pesar de no cumplir con la mayoría de edad, fue afiliado al sindicato bajo la tolerancia de algunos de los dirigentes locales. La UGT, se convirtió en apenas unas semanas en un organismo muy poderoso en la localidad, toda la gente que buscaba trabajo se afiliaba ya que “se suponía que la UGT debía ayudarles a encontrarlo”.

Asiduamente, los miembros del sindicato mantenían diversas reuniones para debatir sobre los problemas de la falta de trabajo y la postura a adoptar.
Rafael rememora una de aquellas asambleas que se celebró en el cine Goya, “y allí estábamos 300 o 400” personas, la mayoría buscaba trabajo […] había un gran malestar por las diferencias entre unos y otros” y por la gran cantidad de personas que carecían de trabajo en la localidad. En aquellas numerosas reuniones lo que más impresionó al joven Rafael fue que “allí hablaban todos, no todos sabían hablar [en público], pero todos opinaban y eso era lo más bonito que recuerdo”.

Al cabo de varios meses, y después de numerosas discusiones, la agrupación ugetista local logró sacar una “Ley de Bases”, a través de la cual se establecieron unas disposiciones legales básicas de contratación que debían respetar tanto obreros como empresarios o patronos. Pero la nueva normativa reguladora no pudo combatir la crisis económica y laboral en la que se fue sumiendo la villa. La consecuencia de la maltrecha situación tuvo su origen en el crack de la bolsa de Nueva York, crisis que con el paso de los meses fue afectando a las empresas y finanzas españolas y, poco a poco, introduciéndose hasta alcanzar las economías locales. Esta situación se trasladó al microcosmos familiar donde una falta de trabajo y de recursos materiales prolongada podía provocar la miseria económica de una casa.

Rafael se acuerda muy bien cuando una primavera su padre contrató a un vecino, un jornalero que llevaba semanas sin trabajar, para limpiar las “escorrederas”. Cuando llegó la hora del almuerzo, Rafael y su progenitor sacaron diversos alimentos, excusándose el jornalero que le perdonasen pero que como hacía viento donde estaban prefería irse un poco más lejos, cerca de un árbol para comer y cobijarse del aire. Al empezar a comer, Rafael observó cómo su vecino se había tapado con una manta, impidiendo ver qué hacia. Su padre se presentó inmediatamente a la altura del jornalero descubriendo que éste no tenía nada para comer. Seguidamente, le invitó a compartir los alimentos. Fue esta imagen, explica Rafael, “lo que me hizo ser revolucionario, contrario a una sociedad injusta donde unos podían comer más bien que mal y otras muchas personas pasaban meses y meses en la miseria, sin un jornal”.

El elevado número jornaleros existentes en la localidad de Mallén y la falta de trabajo provocó un constante aumento de la población en paro. Ante esta situación, tras la llegada de la República, la UGT local abanderó una enérgica lucha para que todo el mundo encontrara ocupación laboral: “esa era la lucha principal de todos, que el trabajador tuviera trabajo”. Sin embargo, a medida que los años avanzaban, la situación se volvía más y mas complicada. Las tensiones entre los patronos y obreros se agudizaron y dentro del marco político, las diferencias entre la “izquierda” y la “derecha o conservadores” se
fueron agravando creando un clima de nerviosismo que acabó por estallar durante los primeros días de octubre de 1934.

En la mañana de aquel 5 de octubre de 1934, Rafael recuerda cómo varios jóvenes cortaron los cables de teléfono y telégrafos y “a las diez u once de la mañana llegó la Guardia Civil”. Para entonces, algunos vecinos ya habían tomado posiciones en varias partes del pueblo para lograr ocupar los centros de poder (Ayuntamiento y cuartel de la benemérita) y controlar las vías de acceso a la localidad. La casa consistorial fue ocupado por los “revolucionarios” después de desarmar a los tres alguaciles, procediendo momentos después a la colocación de la bandera del Partido Socialista.

Más complicado fue la toma de la casa cuartel de la Guardia Civil. Hasta allí se desplazaron varios vecinos del pueblo, informando a los agentes que en el pueblo se había declarado la revolución social en España. Pero las fuerzas de la Benemérita, atrincheradas en el cuartel, se negaron a deponer las armas. Mientras que en el asedio al local de la Guardia Civil iba creciendo el nerviosismo, un vecino que vigilaba el acceso por la carretera de Tudela vislumbró la llegada de varios tricornios y “viendo que venían, dispararon, pero tenían una pistola de 6,35, imagínate, no les llegaba. A lo primero vino un apareja y se fueron al ver jaleo, y por la tarde vino una compañía y al vernos con armas escasas nos tuvimos que echar del pueblo”.

Así es, por la tarde llegó hasta Mallén una compañía de la Benemérita al mando del Teniente Laguna Álvarez, quien asaltó la localidad por tres puntos. Inmediatamente, por todo el pueblo comenzaron a oírse diversas ráfagas de disparos. El comandante de la Guardia Civil del puesto de Mallén, junto con varios de sus hombres, salió del cuartel para reunirse con las fuerzas del Teniente Laguna. Mientras tanto, varios vecinos (entre ellos el alcalde y teniente alcalde) se acercaron hasta el cuartel y “armados de pistolas se aprestaron a la defensa del edificio y de las familias que allí habían quedado abandonadas y temerosas, dando pruebas de amor a la institución”. Pasadas unas horas, el pueblo se hallaba en orden. Muchos de los “revolucionarios” se marcharon de la localidad, pero al “volver nos metieron en la cárcel, pero la cárcel para mi [afirma Rafael], duró uno o dos días. Muchos fueron a  Zaragoza. Yo era un crió”.

Mientras Rafael era puesto en libertad, más de una cincuentena de hombres que habían participado o simpatizado con el movimiento revolucionario, fueron detenidos, las casas de muchos sospechosos fueron cacheadas con minuciosidad y el orden fue impuesto gracias a la permanencia durante varios días de más de una veintena de guardias civiles en el pueblo. A partir de entonces y hasta 1936, los conflictos sociales permanecieron latentes hasta que una nueva chispa los hiciera reavivar.

Nota: Publicado en “Cuadernos de Memoria”, vol I, de la Asociación Cultural Révolté.

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