El origen de la Prisión Habilitada de Predicadores (Zaragoza).
abril 04, 2020La Prisión Habilitada de Predicadores (1939-1954) fue el primer recinto penitenciario destinado para el encierro femenino en la ciudad de Zaragoza. Hasta hace poco tiempo había una cierta confusión a la hora de identificar los espacios de encierro femeninos en Zaragoza durante la Guerra Civil y el periodo conocido como el Primer Franquismo. Hay quien señalaba que la Prisión de Mujeres de Zaragoza siempre había sido la vieja cárcel de Predicadores. Lo cierto es que Zaragoza nunca tuvo una cárcel dedicada en exclusiva al encierro de mujeres hasta abril de 1939.
Las cárceles de Zaragoza
Antes de que se inaugurase la popularmente conocida como cárcel de Torrero (1928), la Prisión Provincial de Zaragoza se localizaba en el viejo caserón de los Villahermosa, en la calle Predicadores. A partir de 1928 la población reclusa, hombres y mujeres, fueron recluidos en la nueva prisión erigida en el barrio de Torrero. En este espacio se construyó un pabellón destinado al encierro femenino, compuesto por una sala de aglomeración, las cuatro celdas, el comedor, la cocina, el cuarto de baño, la enfermería y la pequeña terraza, donde sólo daba el sol durante las horas centrales del día. En la II República sabemos que en este espacio llegó a haber hasta 10 presas, cifra que las autoridades de la cárcel consideraban que era elevado para las dimensiones del local.
Al iniciarse la Guerra Civil española (18 de julio de 1936), la cárcel de Torrero fue el espacio donde fueron recluidos y confinados tanto los hombres y mujeres que empezaron a ser detenidos y encarcelados en esa campaña de profilaxis social que llevaron a cabo los sublevados y que tenía una doble finalidad: depurar a la sociedad española y eliminar del tejido social a todas las personas que pudieran poner en peligro sus planes. Durante toda la guerra miles de personas fueron recluidas en la cárcel de Torrero, hombres y mujeres. En los meses finales del conflicto, el hacinamiento fue tan grave, que las autoridades penitenciarias tuvieron que trazar un plan para habilitar nuevos espacios de encierro. El primero de los diferentes espacios que se crearon para encerrar a las cientos de presos y presas que llegaban cada semana a Zaragoza se conocería como la Prisión Habilitada de Predicadores.
El traslado de las presas.
El 1 de abril de 1939 Franco firmó el último parte de guerra. Las operaciones bélicas se daban por finalizadas en todo el territorio español. No obstante, el Estado de Guerra continuó vigente. Y vigente siguió el esfuerzo llevado a cabo por los sublevados, ahora vencedores de la guerra, para llevar a cabo una intensa depuración social que, con precisión quirúrgica, pretendía detectar, perseguir y castigar cualquier conato de disidencia política.
A la sombra de aquel «nuevo amanecer» de España se encontraban miles de mujeres que permanecían encarceladas en centros de confinamiento de muy diversa naturaleza, privadas de su bien más preciado, la libertad. En esos días la población recluida en el departamento de mujeres de la Prisión Provincial de Zaragoza se había incrementado tanto que parecía imposible que pudiera albergar a mas personas. Por todos lados había mujeres tiradas en jergones. El salón, las celdas y los pasillos eran intransitables. El hacinamiento había llegado a un grado crítico y la dirección de la prisión, consciente de ello, hizo los preparativos necesarios para trasladar a las presas.
El 6 de abril de 1939 se dio la orden de conducir a todas las reclusas desde el pabellón de mujeres de la cárcel de Torrero hasta las dependencias de la vieja prisión de Predicadores, situada en el centro de la ciudad. Aquel día más de quinientas mujeres y cerca cincuenta niños y niñas estaban confinados en un espacio de encierro que no reunía las condiciones de salubridad adecuadas para tal fin. Debido al gran contingente de presas y a la existencia de un solo coche celular la transferencia se hizo a pie y con fuertes medidas de seguridad. Es necesario recurrir a los testimonios orales para conocer algunos detalles sobre lo que ocurrió aquel día.
Testimonio de Manuela Moreno, «La roja de Maella» en Tomasa CUEVAS, Testimonios de mujeres…, p. 647.
Las presas permanecieron durante varias horas en el patio, hasta que la dirección de la Prisión Habilitada de Predicadores ordenó su clasificación y reclusión en los salones y celdas. El edificio, a pesar de haber sufrido ligeras modificaciones y reformas para aumentar su capacidad y salubridad, quedó rápidamente sobrepoblado. El hacinamiento se hacía evidente a la hora de ocupar los salones, en uno de los cuales llegaron a convivir hasta 120 mujeres. Y en los meses siguientes, la situación no mejoró.
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