Octubre de 1934. Historia de una revolución

octubre 06, 2019


Hace ochenta y cinco años, durante el mes de octubre de 1934, España se vio sacudida por un movimiento revolucionario de carácter socialista sin precedente alguno. Tradicionalmente los movimientos revolucionarios de Asturias y Cataluña han acaparado todas las miradas de los estudiosos de la época, restando importancia a los acontecimientos ocurridos en otros puntos de la geografía española donde se produjeron violentos enfrentamientos entre las fuerzas del orden y los revolucionarios. Baste este breve texto para recordar lo sucedido y dar una pincelada de lo que acaeció en Aragón durante aquellos días.

El 1 de octubre de 1934, el presidente del gobierno Ricardo Samper presentó su dimisión. El presidente de la República, Alejandro Alcalá Zamora, en lugar de convocar elecciones para solucionar la crisis política decidió que Lerroux formara un nuevo gobierno. La decisión de éste de incluir tres ministros de la CEDA en el nuevo ejecutivo acabó alarmando a los máximos dirigentes socialistas quienes decidieron que había llegado la hora de encender la mecha de la revolución. El movimiento revolucionario fue presentado como la última carta que le quedaba a la izquierda española para hacer frente al fascismo. No hay que olvidar que en enero de 1933 Hitler había llegado al poder, y la llegada de las derechas al ejecutivo español fue leída por varios líderes socialistas, como Largo Caballero, como un paso hacia un estado fascista.

Estos hechos fueron, sin duda, las causas del estallido de una huelga revolucionaria que llevaba varios meses preparándose. Los protagonistas de este movimiento fueron dirigentes, militantes y simpatizantes del PSOE y la UGT, que contó con el apoyo del PCE y de la Generalitat (la CNT solo apoyó el movimiento en Asturias, en el resto se mantuvo en actitud pasiva después de que el PSOE ni UGT apoyase su huelga revolucionaria de diciembre de 1933).

Los sucesos se produjeron a partir del 5 de octubre de 1934 y tuvieron como principales centros de conflicto Asturias y Cataluña, produciéndose conflictos de menor intensidad en otras regiones del país. En Aragón, la conflictividad se concentró en la región de las Cinco Villas, donde tanto el PSOE como la UGT tenían una gran implantación.

En Cataluña el presidente de la Generalitat, Lluis Companys, proclamó el “Estado catalán dentro de la República federal española”, pero no armó a aquellos que habían secundado la huelga revolucionaria. Después de unas horas de confusión y conflicto en la calle, el movimiento fue reducido por las fuerzas del orden. Como consecuencia, se suspendió la autonomía de Cataluña y Companys fue encarcelado junto con los miembros de su Gobierno. En Asturias, en cambio, se produjo una revolución social: los mineros se adueñaron de la región durante dos semanas y colectivizaron los medios de producción. La situación alcanzó tal gravedad que el gobierno llamó al Ejército de África dirigido por el general Franco para acabar con la insurrección. La ofensiva duró una semana hasta que los revolucionarios se rindieron el 19 de octubre. Se estima que casi dos mil personas murieron en la insurrección asturiana y otras tantas fueron detenidas, procesadas y condenadas.

Si analizamos lo sucedido en Aragón, en Zaragoza capital un sector de la UGT secundó el paro, sin llegar a producirse conflictos de relevancia. Fue en la región rural de las Cinco Villas donde asistimos a los sucesos más relevantes. En los pueblos de Sos del Rey Católico, Uncastillo, Ejea de los Caballeros, Tauste e incluso en Mallén partir del 5 de octubre se proclamó el "Comunismo Libertario". La mecánica de los procesos revolucionarios fueron muy similares en estas localidades: los comités revolucionarios acudían al ayuntamiento para proceder a la toma del poder municipal, seguidamente acudían hasta el cuartel de la guardia civil para neutralizar cualquier reacción de la Benemérita. Durante horas en algunos casos, y días en otros, se produjeron enfrentamientos de diversa intensidad primero entre los huelguistas y la Guardia Civil y, en varias localidades, entre los revolucionarios y el Ejército, cuerpo que llegó a utilizar en ocasiones una fuerza desmedida, como en Tauste, donde los militares no dudaron en bombardear varias casas con un obús para acabar con los altercados.

La represión que se ejerció contra los movimientos revolucionarios fue de una gran intensidad. Se cerraron las sedes de los sindicatos y partidos de izquierda. En las localidades donde se produjeron altercados se destituyeron los ayuntamientos, formándose otros formados por personas de orden. A las numerosas muertes ocurridas durante los sucesos de octubre, hay que sumar la detención de los integrantes de los comités revolucionarios y a toda persona que hubiera participado en los hechos.

Las consecuencias de la Revolución de octubre fueron muy importantes. La derecha antiliberal, la CEDA, presionó al Partido Radical para llevar a cabo una represión implacable, algo a lo que se oponían los primeros. Por otro lado, la represión gubernamental contra los implicados en la "revolución de octubre" fue desmedida, encarcelándose a miles de personas durante y tras los sucesos por toda la geografía española. 

Tan sólo en la provincia de Zaragoza sabemos que desde el día 7 hasta el 17 de octubre fueron llegando a la cárcel de Torrero más de un centenar de presos relacionados con el movimiento de octubre. Para ser más exactos, los expedientes procesales que se han conservado nos arrojan una cifra de 129 personas encarceladas en esos primeros días. El incremento de la población penal que vivió la prisión de Torrero fue importante, pues si el 1 de octubre, la prisión de Torrero albergaba más de 250 presos, un centenar más de su capacidad real. El día 15 del mismo mes la población reclusa superaban los 300 reclusos y dos meses más tarde, a mediados del mes de diciembre, esa cifra alcanzó los 425 reclusos. Entre los detenidos, resaltan personas muy vinculadas a la FNTT y la UGT como Luís Palacios Ibánez, Jacinto Longás Fuertes o Antonio Plano Aznárez.

Este ambiente fomentó una indignación que contribuyó a acercar posturas de las formaciones de centro-izquierda y la izquierda obrera. En este sentido, tuvo una gran importancia la campaña en pro de la amnistía de los presos políticos llevada a cabo por los partidos de izquierda desde finales de 1934, que fue ganado fuerza durante 1935 y que acabaría desembocando en la formación del Frente Popular a principios de 1936.

NOTA: Más datos sobre los sucesos en Aragón en mi libro "Delitos políticos y orden social: Historia de la cárcel de Torrero (1928-1939)", Mira Editores, Zaragoza, 2005.

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